may 01, 2017 blogsadm Alimentación No hay comentarios

Aplicaciones criogénicas y envasado para productos precocinados

Los alimentos presentan un medio de cultivo ideal para ciertos microorganismos. En términos generales, a temperaturas inferio­res a 3-4 ºC, éstos están  en periodo de aletargatamiento e inhi­ben su crecimiento por gelificación de su membrana fundamentalmente. Sin embargo, a temperaturas situadas entre los 5 y  los 80ºC existen diversas familias de  microorganismos que  alcanzan su óptimo  punto de crecimiento.

Este hecho supone que la fase de enfriamiento de un alimento pre­cocinado supone un eslabón clave para asegurar la calidad  micro­biana  y organoléptica del producto. Cuanto más rápido se alcance la temperatura de almacenamiento, menor será su carga microbiana y, por ende, mayor será la calidad final. Por tanto, podemos decir que los procesos criogénicos permiten reducir sustancialmente los tiempos  necesarios  para  abatir térmicamente un alimento.

Gráfica 1. Curva genérica de la evolución de la temperatura en el centro del alimento precocinado a lo largo del tiempo, mediante enfriamiento convencional y criogénico

CONGELACIÓN CRIOGÉNICA: MÁXIMA CALIDAD EN EL MÍNIMO TIEMPO

El éxito de la criogénia radica en la elevada velocidad de enfriamiento del alimento, debido a que, en el caso del  nitrógeno líqui­do, más del 54% de las frigorías que aporta, las realiza a -196ºC, dotándolo de una elevada potencia térmica. Esta rapidez está aso­ciada no sólo a la menor carga microbiana del alimento, sino tam­bién a una mejor presentación, una óptima producción y una excelente calidad final del producto.

Cuando  la velocidad de congelación es lenta, el agua intercelular de un alimento -mucho menos rica  en  nutrientes  que la  intracelu­lar- tiende a formar cristales de hielo en primer lugar, concentrando el agua residual restante y, por consiguiente, creando  una diferen­cia de concentración dentro y fuera de la célula que ésta tiende a igualar por ósmosis inversa. Este proceso  implica  una pérdida de agua del alimento, asociado a pérdidas de sabor y olor cuando  és­te se descongele para ser ingerido. Por contra, cuando la velocidad de congelación es sumamente rápida -como ocurre  con  la criogé­nia-, se forman microcristales dentro y fuera de la célula, compen­sando concentraciones y evitando la deshidratación. El producto mantiene así sus propiedades sensoriales y su estructura de forma íntegra.

Los equipos  criogénicos están  controlados  por dos variables básicas que nos  permiten adaptar nuestro proceso de  manera muy sencilla a los picos o valles de producción.  Así, manipulando la temperatura de consigna del equipo y el tiempo de contacto del producto con el líquido criogénico (tiempo de residencia o, por extensión, velocidad de la cinta en el caso de túneles criogénicos), podemos tener un intervalo productivo amplio que dota al proceso de una gran versatilidad y capacidad de respuesta.

INHIBICIÓN MICROBIANA: APROVECHA LOS EFECTOS DEL CO2

Una de las principales ventajas del Envasado en Atmósfera Modificada reside en la capacidad de frenar el crecimiento microbiano mediante el empleo de dióxido de carbono en concentraciones iguales o superiores al 20% en la mezcla del gas de envasado. La alta solubilidad del CO2 en agua y grasas permite descender ligeramente el pH, creando un ambiente inhóspito para el crecimiento de mohos y bacterias (concretamente anaerobias gram negativas).

GAMA DE GASES SanFresh: MEZCLAS PENSADAS PARA CADA TIPO DE PRODUCTO

Nippon Gases cuenta con una familia de gases industriales con calidad alimentaria basada en más de 45 mezclas estándar y la posibilidad de elaborar mezclas personalizadas empleando nitrógeno, dióxido de carbono, oxígeno, argón, protóxido de nitrógeno o helio. Son los gases SanFresh, suministrados en múltiples formatos y adaptados a sus necesidades.

EL PODER DEL GAS INERTE: ELIMINA EL OXÍGENO RESIDUAL DEL ENVASE

El nitrógeno (N2) es un gas incoloro, inodoro e insípido que se obtiene por destilación fraccionada del aire al igual que el oxígeno. Es un compuesto inerte, es decir, que no reacciona químicamente con otras sustancias y presenta además una solubilidad muy baja.

Aprovechando su naturaleza poco reactiva este gas se utiliza como sustituto del oxígeno. Desplaza al O2 en el espacio de cabeza del envase con el fin de evitar el desarrollo de microorganismos aero­bios y los problemas de oxidación. También actúa como gas de re­lleno ya que previene el colapso del envase cuando tiene lugar una disolución excesiva de dióxido de carbono en los tejidos del ali­mento.

Así, por un lado, su uso combinado con el CO2 permite crear mez­clas microbiológicamente resistentes y efectivas, ideales para pro­ductos cárnicos cuya coloración no sea molecularmente inestable como adobados, cocidos, etc. Por otro lado, su combinación en mezcla ternaria con el O2 y el CO2 permite garantizar el color de productos frescos (especialmente fileteados) a la par que mantiene su carga microbiana, controlando el porcentaje de ambos gases acompañantes.

«Si combinamos el abatimiento criogénico con el envasado en SanFresh, podemos conseguir aún mejores resultados productivos y microbiológicos» Lorena Sanz, experta en Alimentación.

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